(Gálatas 5:22, 23) Por otra parte,
el fruto del espíritu es amor, felicidad, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fe,
23 apacibilidad, autocontrol. No hay ley en contra de esas cosas.
¿Por qué necesitamos cultivar autodominio?
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(Gálatas 5:22, 23) Por otra parte,
el fruto del espíritu es amor, felicidad, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fe,
23 apacibilidad, autocontrol. No hay ley en contra de esas cosas.
¿Por qué necesitamos cultivar autodominio?
Dios me ha mostrado que no debo llamar contaminado
o inmundo a ningún hombre (Hech. 10:28).
Como los demás judíos de sus días,
Pedro se había criado en una cultura en la que se veía
a los gentiles como gente impura.
Pero había vivido ciertas cosas que le habían hecho
cambiar su punto de vista. Por ejemplo,
había recibido una visión de Dios (Hech. 10:9-16).
Al igual que Pedro, debemos analizarnos con cuidado
y estar dispuestos a aceptar que otros nos ayuden a ver
si en nuestro corazón queda algún rastro de prejuicio.
¿Qué más podemos hacer? Si abrimos el corazón de par en par,
el amor echará fuera los prejuicios (2 Cor. 6:11-13).
¿Tenemos la costumbre de pasar tiempo solo con
los que hablan nuestro idioma o son de nuestra raza,
etnia, nacionalidad o tribu? Si así es,
tratemos de incluir a otros que tienen antecedentes
distintos a los nuestros. ¿Por qué no los invitamos a predicar
o a nuestra casa para comer algo o estar un rato
con otros hermanos? (Hech. 16:14, 15).
Si lo hacemos, nuestro corazón estará
tan lleno de amor que no tendrá sitio para el prejuicio
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Querido diario, ayer por la noche me puse muy... Aysssssss, me equivoqué, aquí no es, ustedes disculpen.
Nuestros ojos están dirigidos a Jehová nuestro Dios
hasta que nos muestre favor (Sal. 123:2).
Si mantenemos la vista fija en Jehová,
no dejaremos que las acciones de los demás nos amarguen
o nos lleven a hacer algo que dañe nuestra amistad con él.
Esto deben tenerlo presente sobre todo quienes tienen
alguna responsabilidad en la organización de Dios.
Es verdad que cada uno de nosotros debe esforzarse
por obedecer a Jehová para obtener la salvación.
Pero debemos recordar que Dios no nos juzga a todos
de acuerdo con una norma inflexible (Filip. 2:12).
Mientras más responsabilidad tengamos,
más cuentas nos pedirá Dios (Luc. 12:48).
Si de verdad amamos a Jehová,
nada nos hará caer ni nos separará de su amor
(Sal. 119:165; Rom. 8:37-39).
En estos tiempos difíciles, mantengamos los ojos fijos
en aquel que está sentado en su trono en los cielos
para así percibir cuál es su voluntad (Sal. 123:1).
Nunca permitamos que las acciones de otras personas
afecten nuestra amistad con Dios
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Todos los que estaban correctamente dispuestos
para vida eterna se hicieron creyentes (Hech. 13:48).
Si somos pacientes con las personas,
no esperaremos que comprendan o acepten las verdades bíblicas
la primera vez que las escuchan.
Por ejemplo, pensemos en la promesa bíblica
de vivir para siempre en un Paraíso en la Tierra.
Muchos creen que la muerte es el fin de todo.
Y otros piensan que todos los buenos van al cielo.
Un hermano explica lo que hace él.
Primero, lee Génesis 1:28 y pregunta dónde y cómo
quería Dios que vivieran los seres humanos.
La mayoría de las personas contestan que en la Tierra y felices.
A continuación, el hermano lee Isaías 55:11
y pregunta si el propósito de Dios ha cambiado.
Las personas suelen decir que no.
Por último, lee Salmo 37:10, 11 y pregunta:
“Según la Biblia, ¿cómo vivirán los seres humanos en el futuro?”.
Con este razonamiento, ha logrado que varias personas
entiendan que Dios sigue queriendo que la gente buena
viva para siempre en un Paraíso en la Tierra.
Siguen proclamando la muerte del Señor,
hasta que él llegue (1 Cor. 11:26).
¿Qué ve Jehová cuando millones de personas
se reúnen en todo el mundo con motivo de la Cena del Señor?
Ve más que un grupo grande de gente;
se fija en cada uno de los presentes.
Por ejemplo, ve a quienes asisten todos los años.
Entre ellos tal vez haya algunos que lo hacen
pese a que afrontan dura persecución.
Otros no asisten semanalmente a las reuniones,
pero consideran una obligación ir a la Conmemoración.
Jehová también se fija en los que asisten por primera vez,
quizás movidos por la curiosidad.
De seguro que a Jehová le complace
que tantas personas vayan a la Conmemoración (Luc. 22:19).
Sin embargo, su principal interés es por qué asisten.
¿Deseamos que Jehová y su organización nos enseñen? (Is. 30:20; Juan 6:45).
Lectura bíblica para la Conmemoración:
Marcos 14:1, 2, 10, 11; Mateo 26:1-5, 14-16 (durante el día: 12 de nisán)
(1 Corintios 11:26) Porque, cada vez que coman de este pan
y beban de esta copa, estarán proclamando
la muerte del Señor, hasta que él venga.
(Lucas 22:19) Después tomó un pan,
le dio gracias a Dios, lo partió, se lo dio a ellos y les dijo:
“Esto representa mi cuerpo, que será dado
en beneficio de ustedes.
Sigan haciendo esto en memoria de mí”.
(Isaías 30:20) Aunque Jehová te dará angustia como si fuera pan
y opresión como si fuera agua, él, tu Gran Instructor,
ya no se esconderá. Verás a tu Gran Instructor con tus propios ojos.
(Juan 6:45) Está escrito en los Profetas:
‘Todos ellos serán enseñados por Jehová’.
Todo el que escucha al Padre y aprende de él viene a mí.
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Jehová Dios plantó un jardín en Edén
y allí puso al hombre que había formado (Gén. 2:8).
La palabra Edén significa “Placer” o “Deleite”, un nombre muy adecuado para aquel lugar. Había comida abundante, hermosos paisajes y paz entre los hombres y los animales (Gén. 1:29-31). Cuando el texto hebreo se tradujo al griego, la palabra hebrea para jardín se tradujo usando el término griego parádeisos. Cierta enciclopedia dice que, cuando un griego escuchaba esta palabra, se imaginaba un parque amplio y hermoso protegido de todo mal, con árboles impresionantes que producían diversos frutos, así como arroyos de agua cristalina en cuyas riberas cubiertas de hierba pastaban grandes rebaños de antílopes y ovejas (Cyclopaedia, de M’Clintock y Strong; compare con Génesis 2:15, 16). Esto nos ayuda a entender por qué podemos llamar paraíso al jardín de Edén. Dios puso a Adán y Eva en un jardín como ese, pero después los expulsó porque le desobedecieron. Así, tanto ellos como sus descendientes perdieron el Paraíso (Gén. 3:23, 24). Ese hermoso lugar quedó deshabitado hasta que desapareció, al parecer en el Diluvio
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Yo, Jehová, soy Aquel que te enseña
para que te beneficies a ti mismo (Is. 48:17).
Los padres tratan de inculcar buenos principios en sus hijos.
Si los hijos deciden seguir los principios que les enseñaron sus padres,
será más probable que no se lamenten de las decisiones que tomen y,
como consecuencia, se libren de muchos problemas y preocupaciones.
Como buen padre que es, Jehová quiere que a sus hijos les vaya lo mejor
posible en la vida (Is. 48:18). Por eso, nos inculca principios
fundamentales sobre cómo comportarnos y cómo tratar al prójimo.
En temas como estos, nos invita a pensar como él y tener sus mismos valores. ¿Limita eso nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos?
Al contrario, la aumenta y la agudiza (Sal. 92:5; Prov. 2:1-5; Is. 55:9).
Nos ayuda a tomar decisiones que nos hacen felices
y nos deja espacio para nuestras preferencias personales (Sal. 1:2, 3).
No hay duda de que pensar como Jehová nos beneficia.
Dios no es injusto para olvidar
la obra de ustedes
y el amor que mostraron
para con su nombre (Heb. 6:10).
Imaginemos que nos encontramos con alguien a quien conocemos
y respetamos, pero esa persona no recuerda
cómo nos llamamos o, peor aún, ni siquiera nos reconoce.
¿Cómo nos sentiremos? Seguro que nos pondremos
muy tristes, pues todos tenemos el deseo natural
de que se nos reconozca. Pero no queremos solo
que se sepa quiénes somos, sino que se valore l
a clase de personas que somos y lo que hemos hecho
(Núm. 11:16; Job 31:6). Sin embargo, igual que ocurre
con otros deseos naturales, nuestro deseo de
tener reconocimiento puede distorsionarse debido
a la imperfección. Además, el mundo de Satanás
puede hacer que deseemos ser importantes y famosos.
Cuando eso ocurre, no le damos a Jehová,
nuestro Padre celestial, la honra y la adoración que merece
(Rev. 4:11).
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