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EL ROBLE
En la clara distancia siento desde el pecho de una torre
cómo suena el corazón de una campana,
y en los dulces sonidos
se me antoja
que gotas de silencio y no de sangre
son las que corren por mis venas.
¿Por qué, oh roble, en el umbral de la selva,
cuando a tu sombra me acojo
y me acaricias tus trémulas hojas,
por qué me vence con sus alas frágiles tanta paz?
Imposible saberlo. Tal vez con tu tronco
muy pronto han de hacer mi ataúd.
Y es quizá el silencio que me espera
dentro de mi ataúd el que ahora siento.
Gotea en mi alma desde tus hojas y mudo
escucho crecer en tu tronco el ataúd.
Mi ataúd
creciendo en ti a cada instante que pasa,
oh roble en el umbral de la selva…
Lucian Blaga, (1895-1961) fue un poeta, dramaturgo y filósofo rumano.
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Baile
En el West Indian Club
a lo largo y profuso de la barra los jamaiquinos beben
botellas de Red Stripe y Dragon Stout.
Descascaran tu ropa con filosos ojos negros.
Se desata la banda y en la pista
las luces nos balean con fuego de metralla
en las paredes que quizá hayan sido blancas.
Rozo apenas tu cuerpo giratorio
y me vuelvo un planeta en torno a tu lado oscuro
y me vuelvo
más aprisa de tanta cercanía
ante los corazones de sórdidos danzantes
cuya humedad agravan sus caderas
cuando el sudor libera
de la tela
y emergemos
en algún otro país
fuera de nuestros cuerpos,
danzantes contra la muerte,
contra la gravedad
al emprender el vuelo.
Giramos hasta que algo me abre el pecho,
un puño cerrado con la fuerza de todos estos años
se abre dedo por dedo.
Bailamos a través del cansancio de los otros,
de sus lívidas cervezas
y el primer parpadeo de la mañana
se inserta en las ventanas
para encender el humo en nuestros cuerpos.
Los viejos encorvados
van danzando también entre nosotros
como si no existiéramos
cuando barren colillas y trozos de botella.
Salimos al Nueva York
de cláxones y mofles, de cuentas por pagar
de un auto que no arranca y caminamos
a cualquier dirección
hacia ningún futuro que sepamos
bajo el sol envolvente
del ahora.
Jonathan Harrington
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AVE
Muy alto amor, si acaso yo muriese
Sin saber nunca dónde te encontré,
En qué planeta estaba tu morada
Tu tiempo en qué pasado, en qué hora
Te amaba yo,
Muy alto amor que escapas al recuerdo,
Fuego sin foco que fue todo mi sol,
En qué sino trazabas mi existencia,
En qué sueño tu gloria se veía,
Oh mi aposento
Cuando para mí misma esté perdida
Y dividida en abismo infinito,
Cuando rota ya esté infinitamente,
Cuando sea traidor este presente
Que me reviste,
Quebrada por el mundo en mil fragmentos,
De mil instantes aún no reunidos,
De ceniza cernida hasta la nada,
Para un extraño tiempo harás de nuevo
Sólo un tesoro
De nuevo harás mi imagen y mi nombre
Con mil cuerpos robados por el día,
Viva unidad sin nombre y sin figura,
Centro del alma, raíz del espejismo
Muy alto amor.
Catherine Pozzi, nacida en París, el 13 de julio de 1893.
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Sekhmet, cabeza de león, diosa de la guerra, las tormentas violentas, la peste y la curación de la enfermedad, contempla el desierto en el Metropolitan Museum of Art
Fue uno de esos hombres
incapaces de matar a una mosca...
Muchas moscas viven ahora
y él no.
No fue patrón mío, prefería
los graneros repletos; yo, la batalla.
Presagiaban matanza mis rugidos.
Y sin embargo ahora estamos juntos,
en el mismo museo.
Tampoco veo los grupos caprichosos
de niños admirados
que aprenden la lección del olvido
multicultural, sic transit
y etcétera.
Veo el templo donde nací
o me levantaron, donde fui poderosa,
y más allá el desierto, con sus tumbas
calientes en forma de cono, a decir verdad
y a la distancia, muy semejantes
a orejas de burro,
donde se ocultan mis bromas: piel y huesos
resecos, las barcas de madera
donde los muertos navegan
sin rumbo por toda la eternidad.
¿Qué esperábais oír de dioses
con cabeza de animal?
Y sin embargo, si bien se piensa,
los que inventaron luego, completamente humanos,
tampoco se lucieron.
"Ayúdame, hazme rico
destruye a mi enemigo"
parece ser la pauta en general.
Y también : "Sálvame de la muerte",
a cambio de vuestras ofrendas de sangre
y pan, oraciones y flores,
mucha palabrería.
Tal vez se me escape algo, pero si buscáis
amor altruista, os habéis equivocado de diosa...
Me quedo donde estoy,
hecha de piedra e ilusiones,
que la deidad que mata por placer,
también sane;
que en la última pesadilla aparezca
una leona buena con vendas en la boca
y cuerpo suave de mujer,
y que os limpie la fiebre a lametazos,
que os levante el alma con dulzura, por el cuello,
y os abrace hasta la oscuridad, el paraíso.
Margaret Atwood
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Vibración
.
Hay un viento que tortura a los murciélagos
y están las plantas chamuscadas de los soles muertos
la ciudad hilada con el mar
donde los abismos de pterodáctilo me llaman
hay una espiral de terror animando mi mente
y el zumbido del esqueleto de la soledad
donde florecen cadáveres furiosos en una botella
y armas rojas se desvanecen en espejos
Miro hacia atrás por la hoja de mi doble
allí vuela -a través de su vista- El Ahorcado
donde una pirámide de agua se asoma entre las oscuras
vituallas de la vida interior
El elemento que amas
.
Puedo verte desde los cascos navegando en la playa bordeada de cemento, indicándome el arco caído de un cometa que colma el río de un halcón, un encuentro inaudito sumergiendo los faroles.
Un vencedor emboscado en su pirámide voladora, ocre es la ventana del espejo salutífero... y un estruendo de puertas elude a un león, por aquí y por allá, señalando displicentemente damas fugaces a punto de desvanecerse en el escudo de armas de la lluvia, donde los deseos civilizados emplumados con inanidades anti-cefálicas ruegan a sus invitados que se prendan.
Nada menos que una chava pulida ametralla la sucia luz de los predicadores que se hunden en los muelles liberados por una mujer y por el agua, peinando un vestido vítreo de donde caen zorras-en-mano y una guacamaya cuyo pico se suaviza hasta volverse su propio sello de poesía líquida.
Philip Lamantia
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REQUIEM
Serenamente será como yo moriré,
tal vez para morir sufra conforme
el fin de la vida cuando el fin llegue.
Toda esta calma de sabor a ley
del mundo y la angustia del saber enorme,
ajeno a mí siendo yo tan de él, bien
doliéndome lejos, bien hiriéndome cerca,
susurra al viento como arenal desierto
- moriré de la muerte que fui viendo
serenamente en el terror que la trajo
todos los días (altas horas, noches
de insomnio, carreteras solitarias,
silbidos de tren, perros ladrando,
un niño en una casa llorando,
cristales rotos remendados a diario,
lámparas en una bodega) – todo el mal,
ah no ni mal ni bien: sólo moriré
serenamente si estuviese ya muerto.
¿Y no veré el día de mañana?
¿Y no querré verlo?
(Sobre el cabello
estará posada tu mano.
¡No! ¡No! No puedo: mi amor, tú, no)
Jorge de Sena
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DESPUES DE LA MUERTE
Has muerto, esperando algo de la muerte.
Se deshizo el hechizo en una inmensa nada.
¿Cómo no te acuerdas de aquella canción?
Trozo de cielo, ramo de flores, pluma de pájaro.
Vivir es algo a lo que nos habíamos acostumbrado.
Sólo recordamos y lloramos.
El viento ya no agita nuestra ventana.
Los días nos han transmitido las noches.
Si la buscamos, no encontramos nuestra sombra.
Sobre cualquier agua que nos inclinemos
ya no estamos.
CAHIT SITKI TARANCI, poeta turco nacido en 1910.
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CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA
De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.
WISLAWA SZYMBORSKA
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El papel blanco duro espejo
" El papel blanco duro espejo
sólo devuelve eso que fuiste.
El papel blanco habla con tu voz,
tu propia voz,
no aquella que te gusta,
tu música en la vida esa que derrochaste.
Puede que no vuelvas a ganar si lo deseas,
si te clavas a esa cosa indiferente
que te lanza atrás ahí dónde empezaste.
Viajaste, muchas lunas viste muchos soles,
tocaste muertos y vivos,
sentiste el dolor del bravo mozo
y el gemido de la mujer,
la amargura del niño inmaduro,
cuanto has sentido se derrumba sin sustento
si a éste vacío no te fías.
Quizás ahí encuentres cuanto creíste perdido,
el brote de la juventud,
el justo naufragio de la edad.
Tu vida en cuanto diste,
este vacío es cuanto diste,
el blanco papel. "
de Solsticio de verano
Yorgos Seferis
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Melancolías múltiples
Recuerdo que a mis quince años,
casi un niño,
pero robusto como un ternero,
trepaba a las copas de los árboles
del patio, en agosto,
al madurar la pera y el dátil.
Ahora, a mi quebrantada edad,
sobrepasados los cincuenta,
prefiero en vez de vertical
mantenerme acostado.
Sin embargo, con forzada sonrisa
recibo a mis amigos burócratas,
que me ayudan con su peculio.
Triste quedo porque me es imposible
superar las múltiples melancolías
que a mi vida rodean.
Mi casa son sólo paredes...
Mi esposa monótonamente carga
la misma tristeza...
Mi hijo, sin urbanidad alguna,
desde la puerta, soez me exige la comida.
Du Fu (712-770) fue poeta chino.