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VANGELIS
Ser cristiano era ir a Misa. Esto era verdad desde el primer día de la Nueva Alianza. Apenas unas horas después de que Jesús resucitara de entre los muertos, se encaminó a compartir la mesa con dos discípulos. «Tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Y sus ojos se abrieron [...] le conocieron al partir el pan» (Lc 24, 3031.35). La centralidad de la Eucaristía es evidente también en la descripción sumaria de la vida de la primitiva Iglesia que hacen los Hechos de los Apóstoles: «perseveraban en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hech 2, 42). La primera carta de San Pablo a los Corintios (cap. 11) contiene un verdadero manual de teoría y práctica litúrgica. La carta de Pablo revela su preocupación por transmitir la forma precisa de la liturgia, en las palabras de la institución tomadas de la Ultima Cena de Jesús. « Porque yo recibí del Señor lo que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo que se da por vosotros. Haced esto en memoria mía". Asimismo también el cáliz, después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza en mi Sangre. Cuantas veces lo bebáis, haced esto en memoria mía"» (1 Cor 11, 2325). San Pablo subraya la importancia de la doctrina de la presencia real y ve terribles consecuencias en no creer: «todo el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio juicio» (I Cor 11, 29).