Interesante.
Ni siquiera los gemelos idénticos se sienten iguales en identidad o en lo mental, más allá de su físico.
Pero aún estos experimentan esa unión filial que nos afecta igualmente a todos, el poder de la sangre que nos une. Al punto de poder sacrificarnos el uno por el otro.
Y, también más allá, nos identificamos como parte de grupos sociales y una comunidad cultural, y por qué no, religiosa.
Yo incluso creo que el Dios al que adora el ateísmo, es el mismo Dios antropomorfo judeo-cristiano. Sólo que con otra ropa y diferente peinado.