Capítulo 9: Triángulos y cuadrados
Capítulo 10: El primer corte (I)
Piénsalo. Toma todas las relaciones que has tenido en tu vida. Ponlas todas alineadas una junto a la otra en un mismo espacio de tiempo. Ahora córtalas en cinco partes, y dime si no te quedarías con el primer corte, dejando el resto fuera.
En serio, la mejor parte de cualquier relación es el principio. Es cuando todos ponemos nuestra mejor cara, nuestra máxima paciencia, y todo lo que hace la otra persona nos gusta. El primer abrazo, el primer beso, y ese primer fin de semana que pasais juntos, cuando es Viernes por la noche y pones una peli y no duras ni 15 minutos viéndola porque empezais a tener sexo en el sofá y luego pasas casi toda la noche de sexo, y luego por la mañana os tomais un café y os reis y teneis mas sexo, y luego pedís unas pizzas y todo, absolútamente todo, es perfecto, porque ámbos estais poniendo vuestra mejor cara.
Pero luego pronto descubres que a tí te gusta unos programas y a ella otros, y acabais en habitaciones separadas, o en la misma habitación cada uno pegado a su teléfono. Y poco a poco la relación se va despedazando.
Y creo que es ese primer corte el que hace que volvamos a tener otra relación. Somos como drogadictos, buscando siempre ese primer pinchazo, doloroso por un segundo, por miedo, pero luego excitante y placentero. Y volvemos a caer y volvemos a pasar por todo ello una y otra y otra vez.
Yo he encontrado la forma de vivir en el primer corte, porque no puedo alargar la relación con mis amantes mas allá de esos momentos. Soy moderadamente feliz con mi esposa, pero totalmente feliz disfrutando de esos primeros cortes con mis amantes.
El tren se va deteniendo, así que me alejo un poco de la ventana porque quiero verla a ella antes de que ella me vea a mi. La Rusa esta ya en la estación, y su melena rubia corta se distingue con facilidad aunque el tren aún no se haya detenido del todo. Se parece bastante a sus fotos y lo que he visto de ella a través de Skype, así que creo que voy a acercarme a ella.
Tras diarias cartas y varias conversaciones por Skype hemos decidido vernos en persona. Citando sus propias palabras ella necesitaba verme, tenía que verme, no podía pasar mas tiempo sin saber si la conexión que sentía a través del PC era real.
Voy con una pequeña maleta donde guardo la gorra que llevo para no ser fácilmente reconocible en caso de que esa preciosa Rusa que veía por Internet fuera en realidad una gorda. No lo es. Dios, no lo es. De hecho, es muchísimo mas atractiva, si eso es posible, de como yo me la imaginaba.
Su piel es blanquísima, casi transparente, igual que su pelo. Sus ojos, azul celeste, claros. Como toda Rusa es experta en moda, y viene con una minifalda color arena, camisa blanca, medias negras, zapatos negros, y abrigo largo. Me acerco por detrás y la saludo. Se dá media vuelta y me abraza como si me conociera de siempre. Casi no lleva maquillaje ni le hace falta.
Y así comenzamos nuestro primer corte. Paseamos por su ciudad y comemos en un restaurante Griego que yo ya había reservado. Desgraciadamente debo atender una conferencia, pero mas que una molestia a ella le encanta poder ver como me manejo en mi entorno laboral. Al terminar ésta me dice que le encanta lo directo y duro que soy hablando con otros por teléfono. Se por experiencia que a toda mujer le gusta tener un hombre con carácter (no confundir con violento) a su lado, y caracter es algo que debo usar cada día en mi trabajo.
Comemos y hablamos como lo hemos hecho por Internet. La cita va muy bien. Luego paseamos junto al rio. La miro a los ojos y veo una mirada expectante. Podría besarla allí, pero no quiero. Tomo su mano y a ella le encanta. Su permanente sonrisa se agranda. Seguimos hablando y yo poco mi piloto automático conversacional mientras trato de adivinar lo que se esconde bajo su blusa. Creo que sus pechos son pequeños pero su culo es magnífico, y yo, siendo hombre-culo, me doy por satisfecho.
Ella quiere mostrarme una heladería de su ciudad, pero mi billete de regreso lo impide. Hemos pasado demasiado tiempo paseando y ahora tenemos que tomar un taxi de regreso a la estación. Dentro del taxi la miro y la beso suavemente. Ella se deja hacer, sonríe, y le encanta.
Ya en la estación prometemos volver a vernos. Me abraza mucho y me besa mas. Es como si fueramos novios de toda la vida. Se cierra la puerta del tren y vuelvo a mi hogar.
Verdaderamente debo admitir que es un encanto de persona. Es muy inteligente, muy amable, y tiene todo lo bueno de la mujer Rusa, que ya es decir. No le encuentro ningún defecto, pero recordemos que en el primer corte se trata de eso: Poner la mejor cara.
Tampoco me importa que tenga defectos, porque nunca los descubriré. Me ha gustado muchísimo, su voz, su forma de hablar, su inteligencia, y sus besos dulces y mojados. Quizás sea mejor que mi mujer, pero la disciplina obliga.
En realidad no tengo billete de regreso, pero no podía alargar la cita ya que debo volver a casa a tiempo. He pagado la ida y la vuelta en el mismo tren, y aunque ésto es mas caro, al pagar en efectivo no dejo huella de lo que ha ocurrido. Me aseguro de destruir el billete de ida y el ticket del restaurante. Saco la segunda tarjeta SIM de mi teléfono y la guardo en el fondo de mi maleta. Al llegar a mi ciudad destruyo el billete de vuelta.
Llego a casa y empiezo a pensar en mi segunda cita, la cual incluirá sexo y será la última. Una pena porque verdaderamente me encanta esta chica.
Capítulo 11: El "como" y el "por qué"