La mayoría lo rechazaron, solo un resto de Judíos aceptaron al salvador
Las buenas nuevas se esparcen entre los gentiles.
Hasta el año 36 E.C., el mensaje cristiano únicamente se había llevado a los judíos,
a los gentiles que eran prosélitos judíos circuncisos y a los samaritanos.
Aunque se dice que el italiano Cornelio era un “hombre devoto y que temía a Dios”,
que “hacía muchas dádivas de misericordia al pueblo y hacía ruego a Dios continuamente”,
no era prosélito judío, sino gentil incircunciso. (Hch 10:1, 2; compárese con Lu 7:2-10.)
Cuando se abrió la puerta a los gentiles,
la obra misional cristiana se expandió.
No obstante, en muchas ocasiones Pablo predicaba primero a los judíos
y a los prosélitos de las ciudades a las que viajaba,
pues amaba mucho a sus hermanos judíos y tenía el deseo de que se pudieran salvar. (Ro 9:3; 10:1.)
Por otra parte, era lógico dirigirse en primer lugar a los judíos y prosélitos,
pues conocían a Jehová y sus leyes y esperaban al Mesías.
Sus antecedentes les permitían, si tenían buen corazón,
reconocer a Jesucristo como el cumplimiento de sus esperanzas
y formar un núcleo firme para una congregación
que podría enseñar a los gentiles, quienes no sabían nada acerca de Jehová y su Palabra.