Así es: la vida es así. Cuál sería la razón por la que la palabra de Dios nos dibujaría una vida que no es así, si así es? :confused1:
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Así es: la vida es así. Cuál sería la razón por la que la palabra de Dios nos dibujaría una vida que no es así, si así es? :confused1:
Sobre toda persona que nace, hay una cosa cierta: Morirá.
La Biblia dice que Enoc y Elías no murieron.
¿Por qué no murieron?
¿Me tengo que tragar algo que va contra la ley natural sin explicación alguna?
Hay que reconocer que las historias narradas en la Biblia son singulares. Al menos, a mí me resulta extraordinario que Jehová se ponga de charla, no ya con un patriarca, sino también con su mujer. Isaac ora por su mujer estéril y queda preñada de dos mellizos.
Rebeca tiene problemas en el embarazo, y a consultar a Jehová, que tiene servicio de atención de 24 horas.
Estas historias debieron de confundir a Jesús, cuando dijo que el Padre nos concede cuanto le pidamos en oración.
“Y oró Isaac a Jehová por su esposa, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca, su esposa.
22 Y los hijos luchaban dentro de ella, y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová.
23 Y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu vientre, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; y un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor.
24 Y cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí, había mellizos en su vientre”. (Génesis 25:21-24)
Continuará…
Soy de la opinión de que las personas tienen el derecho a creer en lo que quieran. Siempre teniendo en cuenta que nuestros derechos terminan donde comienzan los derechos del prójimo.
Esto es. Sus creencias no pueden invadir mi vida.
Por ejemplo: Si una persona dice que cree en un caballo azul con alas, y con dos cuernos en la cabeza; pues, muy bien. No puedo demostrarle lo contrario. Ni tengo ningún interés en demostrárselo.
Ahora bien. Si esa persona dice que todo aquel que no crea en el caballo azul con alas, con dos cuernos en la cabeza, sufrirá un gran castigo; pues considero que su creencia está invadiendo mi vida. Por lo que, en primer lugar, le pediría que me demostrase que existe realmente el caballo azul con alas, y con dos cuernos en la cabeza.
Creo haberme explicado claramente.
Continuemos con las historias singulares de la Biblia.
Ya comenté hace tiempo la falta de escrúpulos y de moralidad de Abraham con respecto a su mujer Sara. Tuvo que intervenir Jehová para librarla de la mala situación en que la había puesto su marido en dos ocasiones
.
El tercer patriarca, Jacob, parece que no le hacía ascos a los chanchullos. De acuerdo con su madre Rebeca, engañó a su padre Isaac.
Pero hoy nos fijaremos en el asunto del plato de lentejas, y el derecho de primogenitura.
No tuvo escrúpulos en aprovecharse de un mal momento de su propio hermano, que debía de encontrarse bastante mal, pues dijo:
“He aquí yo me voy a morir, ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?”.
El aprovecharse del mal del prójimo, denota muy poca o nula moralidad; con más motivo si ese prójimo es tu hermano.
Como sucede en los cuentos, que tenemos que pasar por alto algunos detalles (el lobo de Caperucita habla), aquí, en la venta de la primogenitura, supongo que algo tendrían que ver los padres, pues son los que pueden dar fe de la primogenitura de un hijo.
Luego, la operación primogenitura fue nula.
“Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era hombre quieto, que habitaba en tiendas.
28 Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob.
29 Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, 30 dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por eso Esaú fue llamado Edom.
31 Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura.
32 Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir, ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?
33 Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él se lo juró y vendió a Jacob su primogenitura.
34 Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura”. (Génesis 25:27-34)
Lo que pasa es que......., hay relatos bíblicos que no pretenden hacer un juicio moral o el juicio moral es equívoco, contradictorio, chocante, curioso, extraño..., en el que el protagonista (en teoría, el "bueno" de la peli) hace cosas que no son buenas, ni hace 2000 años, ni ahora (y si me apuras, ni siquiera en los tiempos en los que se sitúa el sucedido)
Las lentejas, Esaú y la primogenitura.....
https://i.imgur.com/SGG9NyX.png?1
Obviamente, la "partida" de nacimiento con olor a lentejas no debió satisfacer a ambos, pues luego vendría el truco del brazo peludo:
https://content3.cdnprado.net/imagen...12f3194d96.jpg
Al final, son los hechos consumados. Parece que el listo era Jacob, y no Esaú... De todas formas, estas son historias curiosas que forman parte de nuestra cultura (solo hay que ir al Museo del Prado para ver estas escenas sobre las paredes). No vale la pena devanarse los sesos con ellas. Se toman como están, y ya está. Vamos, que no me crean ningún conflicto ideológico ni religioso.
Dentro de mi posición de no creyente, mis intervenciones en este subforo de religión siempre han estado encaminadas a remarcar aquellas partes de las Escrituras Sagradas que me hicieron cuestionar su veracidad, y, por consiguiente, mi credibilidad en ellas.
Siempre resulta gratificante comprobar que otras personas también se cuestionaron los mismos pasajes que a mi me ofrecían dudas.
<<La inexplicable incredulidad de los apóstoles ante la noticia de la resurrección de Jesús resulta aún mucho más alarmante cuando leemos el testimonio de Mateo acerca del suceso que siguió a la muerte del mesías judío: «Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró. La cortina del templo se rasgó de arriba abajo en dos partes, la tierra tembló y se hendieron las rocas; se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos de santos que dormían, resucitaron, y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y los que con él guardaban a Jesús, viendo el terremoto y cuanto había sucedido, temieron sobremanera y se decían: Verdaderamente, éste era el hijo de Dios…» (Mt 27,50-54).
Ante este testimonio inspirado de Mateo sólo caben dos conclusiones: o el relato es una absoluta mentira —con lo que también se convierte en una invención el resto de la historia de la resurrección—, o la humanidad de esa época presentaba el nivel de cretinez más elevado que jamás pueda concebirse. Una convulsión como la descrita no sólo hubiese sido la «noticia del siglo» a lo largo y ancho del Imperio romano sino que, obviamente, tendría que haber llevado a todo el mundo, judíos y romanos incluidos, con el sumo sacerdote y el emperador al frente, a peregrinar ante la cruz del suplicio para aceptar al ejecutado como el único y verdadero «hijo de Dios», tal como supuestamente apreciaron, con buen tino, el centurión y sus soldados; pero en lugar de eso, nadie se dio por aludido en una sociedad hambrienta de dioses y prodigios, ni cundió el pánico entre la población —máxime en una época en la que buena parte de los judíos esperaban el inminente fin de los tiempos, cosa que también había creído y predicado el propia Jesús—, ni tan siquiera logró que los apóstoles sospechasen que allí estaba a punto de suceder algo maravilloso y por eso les pilló fuera de juego la nueva de la resurrección. Es el colmo del absurdo.
Además, ¿cómo no iban a llamar la atención y despertar la alarma los muchos santos que, según Mateo, salieron de sus tumbas y se pasearon por Jerusalén entre sus moradores? Unos santos de los que, por cierto, no se dice quiénes eran (ni la razón de su santidad), ni quiénes los reconocieron como tales, ni a quiénes se aparecieron y que, tal como expresa el texto, resucitaron antes que el propio Jesús, con lo que se invalida absolutamente la doctrina de que la resurrección de los muertos llegó sólo a consecuencia (y después) de la protagonizada por Jesús. Los santos resucitados de Mateo acabaron por convertirse en un buen problema para la Iglesia>>.
(P. Rodríguez – Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica)