Iniciado por
pakasso
10.2.-Un auténtico milagro
Al parecer podía realizar las dos actividades – manejar un Carro de servicio público y producir el periódico, sin afectar ni una ni otra, pero una vez, a las once de la noche, mientras trabajaba en el periódico, experimenté un intenso hormigueo en la cara, me desconcertó ya que no era algo conocido, suspendí mi trabajo y me senté en un sillón, de pronto tuve la sensación de que algo me atraía hacia el piso, me asusté y pensé de inmediato ir a dormir para descansar, pero mi recámara está en la parte alta de la casa y para ir a ella, hay que subir una escalera de caracol. Temí caerme y me senté en los primeros escalones, recuerdo haber pensado “ahorita pasa” y no supe más.
Lo siguiente fue una serie de acontecimientos que conformaron un milagro, según me contaron mi esposa y mis hijos. Como a las tres de la madrugada, mi esposa escuchaba que estaba vomitando, intrigada se asomó a la sala y me encontró tirado, muy cerca de la puerta, vomitado y con los lentes rotos –supongo que me levanté y me caí- hacía gestos raros y desesperados, asustada llamó a mi hijo y solicitaron el apoyo de la Cruz Roja, pero al intentar subirme a la ambulancia, de algún modo me afiancé de un tubo y no podían lograr que lo soltara, fue necesario que usaran un desarmador como cuña para conseguir que abriera la mano. Me llevaron al Hospital General, pensando que estaba borracho, pero cuando se enteraron que casi no tomaba, preguntaron si me gustaban las drogas y al saber que ni siquiera fumaba, dedujeron que era algo más grave y me hicieron las primeras tomografías, que revelaron una hemorragia intensa en el cerebro. Ahora si estaban seguros. El Director del Hospital, dijo a mi familia, que seguramente moriría, que era necesario operar para desalojar la sangre, pero en Lázaro Cárdenas no había cirujanos que realizaran esa operación, ni contaba con instalaciones e instrumentos médicos apropiados, que si se quería intentar algo debían llevarme a Morelia o México, además de que disponía de sólo 48 horas de vida a partir del momento en que sufrí el derrame, nadie sabía en que momento ocurrió, la situación era desesperada, se solicitó ambulancia a la Cruz Roja a Protección Civil y a otras instituciones, pero en ninguna parte había una disponible, por lo pronto se comunicó a mis hermanos la mala noticia, seguros de que no la iba a librar. Mi hermana Elsa, a quien nunca pregunté dónde trabajaba, lo hacía precisamente en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía en la ciudad De México, de inmediato respondió, ¡tráiganlo!, pero no había ambulancia, un amigo de mi hijo, compañero del Colegio del Aire, le ofreció su avioneta, fueron al hospital pero les informaron que el traslado debería hacerse por tierra, ya que subir a un avión podría terminar conmigo. El tiempo corría y entonces se recibió de Servicios Portuarios la disponibilidad de una ambulancia, entrevistaron a una doctora de la Cruz Roja y aceptó acompañarme hasta Morelia para cuidar de mí. La ambulancia sólo podría llevarme hasta Morelia, pero Bonny, mi hermano, miembro del Cuerpo de Bomberos de Apatzingán, consiguió una ambulancia con Protección Civil de Nueva Italia, relevó a la otra en Morelia, me pasaron de una a otra y así pude llegar a tiempo a México, aunque debo decir, en justicia que el esposo de la doctora –aún pasante de medicina- me cuidó de Morelia a México, mientras, mi hermana había hecho los trámites necesarios para que me operaran apenas fuera recibido allá, como sucedió, me bajaron de la ambulancia y me pasaron directo al quirófano. Todo un milagro que ahora agradezco a Dios por esta segunda oportunidad de vida.