Cita:
Todos tropezamos muchas veces (Sant. 3:2).
Hoy, igual que en el siglo primero, no existen ancianos perfectos, pues “todos tropezamos muchas veces” (Sant. 3:2). Sabemos bien que eso es cierto. Pero ¿y si las imperfecciones de un hermano nos afectan personalmente? ¿Tendremos el mismo concepto de la justicia que Jehová? Por ejemplo, ¿cómo reaccionaremos si un anciano hace un comentario que deja entrever algo de prejuicio? ¿Tropezaremos si habla sin pensar y nos ofende o nos hiere? En vez de apresurarnos a concluir que el hermano ya no cumple con los requisitos para ser anciano, ¿esperaremos con paciencia a que actúe Jesús, cabeza de la congregación? ¿Nos esforzaremos para ver el cuadro completo, tal vez tomando en cuenta sus muchos años de servicio fiel? ¿Nos alegraremos si un hermano que ha pecado contra nosotros sigue siendo anciano o incluso recibe más privilegios? Nuestra disposición a perdonar demostrará que tenemos el mismo sentido de la justicia que Jehová (Mat. 6:14, 15).
A veces incluso entre hermanos de fe sucede que otros se quieren tomar la justicia por sus manos, sin recordar que todos le estamos sirviendo a Jehová y Jesucristo. Es él quien maneja esta obra y mueve a sus siervos a actuar de formas que pueden parecer ofensivas para otros. Todos debemos recordar que nadie es perfecto, y que todos vamos a ser juzgados, incluso los que sienten alguna esperanza celestial. Ellos no son jueces en la tierra, excepto el Cuerpo Gobernante que Jesús puso para ser el mayordomo de esta casa. TODOS sin excepción debemos mostrar amor por otros, no solo los demás por nosotros, y si un hermano falla en alguna cosa desde nuestro propio punto de vista, no somos nosotros quienes estamos autorizados a juzgar. Jehová y Jesús ya tienen una forma de dirigir la organización, y hay que esperar a que ellos actúen según su justicia, no nosotros hacer de jueces sin autorización. Ellos son los que conocen los detalles. Pablo le recordó eso a algunos hermanos ungidos de su día: