La historia de amor de Carlos de Austria y Zita de Borbón Parma 1ra parte
Emperadores de Austria y Reyes de Hungría
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Juan Pablo II con Otto, hijo mayor del Beato Carlos de Austria
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PS Relato adaptado de esta fuente.
La historia de amor de Carlos de Austria y Zita de Borbón Parma 2nda parte
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Carlos, con su madre y su hermano Max
Carlos fue el niño sobrino del Archiduque Francisco Ferdinand a quien el destino le tenía inesperadamente preparado heredar el trono del imperio Austrohungaro.
Carlos comenzó a estudiar en el prestigioso Colegio de los Escoceses, situado en el centro de Viena, regido por los benedictinos en 1898. Era la primera vez que un archiduque asistía a clases fuera de palacio. Mientras tanto, en su familia seguían sucediéndose las desgracias: el 10 de septiembre de aquel año su tía abuela política, la Emperatriz Isabel, era asesinada en Ginebra por el anarquista italiano Lucheni.
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La historia de amor de Carlos de Austria y Zita de Borbón Parma 3ra parte
http://www.conelpapa.com/historiasde...p_image002.jpgCarlos, con uniforme militar
El 1 de noviembre de 1906, falleció su padre, con sólo 41 años, de forma serena y cristiana, para sorpresa de muchos Carlos sabía bien la causa de su muerte: sífilis. La misma enfermedad que había padecido su tío paterno Maximiliano. Carlos tenía 20 años.
Francisco Fernando le comentó un día:
-Ten cuidado con las mujeres. Si no puedes, haz por lo menos lo mismo que yo: presérvate y vela por tu salud.
Aquellas palabras le turbaron. Consideraba a su tío como un hombre íntegro… Y si no era ése el sentido de sus palabras, ¿qué le había querido decir? ¿Qué corría el riesgo de contraer la misma enfermedad que su padre? ¿Qué la padecía ya?
Estaba desconcertado. Habló con un sacerdote. Quizá no fue demasiado claro, o el sacerdote no comprendió el alcance y sentido de su pregunta: el caso es que no le resolvió el problema y además, Carlos creyó entender, confundido, que aquel clérigo no le daba demasiada importancia al comercio sexual al que le animaban día tras día sus camaradas de cuartel.
No sólo le animaban. En una ocasión le prepararon una encerrona con una mujer. Tras un breve periodo de crisis y confusión moral, Carlos recapacitó y se reafirmó en la coherencia del pensamiento y conducta.
Este episodio fugaz, que le dejó el regusto amargo de la infidelidad, ponía de relieve -una vez más- una constante de su vida: aunque estuviese rodeado por una nube de sirvientes y ayudas de cámara, se encontraba solo. Esa situación era un preludio del futuro, en el que tendría que enfrentarse con problemas mayores en una dolorosa soledad.
La historia de amor de Carlos de Austria y Zita de Borbón Parma 4ta. parte
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Zita de Borbón-Parma
La archiduquesa María de las Nieves, esposa del Duque de San Jaime, Alfonso Carlos de Borbón, también estaba de maniobras, aunque las suyas eran más sutiles que las militares y en determinados aspectos, más decisivas. Doña María tenía un prestigio consolidado de experta casamentera y estaba decidida a confirmarlo. Este tipo de operaciones no eran nada nuevo; formaban parte de una antigua tradición de la dinastía Habsburgo a la que pertenecía Carlos, y las había iniciado el mismísimo emperador Maximiliano, el abuelo del gran Carlos V, con su famoso lema:
Alii bella gerant
Tu, felix Austria, nube.
“Que otros hagan la guerra
Tú,feliz Austria, concierta matrimonios”.
Doña María de las Nieves sabía bien que el triunfo de aquella dinastía se había debido, siglo tras siglo, a hábiles políticas matrimoniales, como la de la emperatriz María Teresa que se había convertido en la “suegra de Europa” gracias a los oportunos enlaces de susdieciséis hijos, a los que había logrado colocar en los tronos más variados: su hija preferida, María Antonieta, de final infausto, fue reina de Francia; Carolina, reina de Nápoles; Leopoldo, gran duque de Toscana; Fernando, duque de Módena…
No en vano los vieneses eran maestros del arte de la diplomacia, que había cosechado uno de sus mejores triunfos un siglo antes, durante el Congreso de Viena.Allí se había inaugurado una nueva etapa en la historia de las relaciones internacionales con un sentido que podíamos llamar “austriaco” de la política, que les llevaba a alternar cacerías, cenas y bailes -“el Congreso se divierte”- con compromisos y firmas de acuerdos secretos.
Uno de los últimos grandes logros de esa diplomacia había tenido lugar en España. En 1878 el rey Alfonso XII había quedado viudo sin sucesión, y un año después se casaba con una hija del archiduque Carlos Fernando, primo de Francisco José, María Cristina de Habsburgo Lorena, que había sido regente de ese país desde la muerte de su marido, en 1885, hasta la mayoría de edad de su hijo Alfonso, actual rey de España.
Pero la situación familiar de la dinastía, en aquellos momentos –sin herederos directos de Francisco José a los que casar- no permitía tantos enlaces. Otras dinastías habían tomado el relevo, siguiendo el modelo austriaco: los reyes de Dinamarca, Cristian y Luisa Guillermina, eran llamados “los abuelos de Europa”, porque habían situado a sus hijos nada menos que en los tronos de Suecia-Noruega, Inglaterra, Grecia y Rusia.
La gran aliada de doña María de las Nieves en estas maniobras era la tercera esposa de Carlos Luis, María Teresa de Braganza, que llevaba tiempo pensando en el matrimonio de de su nieto Carlos, como era su obligación. Una vez bien estudiadas las princesas casaderas de Europa, las dos damas habían concluido que Zita, una de las hijas de su cuñado Roberto, duque de Parma, casado con su hermana María Antonia, era la candidata ideal.
Esa jovencita de dieciséis años reunía todas las condiciones requeridas para aquellas expertas del Gotha, en lo que se refería a antepasados, alcurnia, edad, posición familiar y económica, religión, carácter, formación, espiritualidad, belleza…
El enlace no planteaba ningún problema internacional. No suscitaba suspicacia en ninguna casa reinante. Las urdidoras no habían dejado un cabo suelto, después de repasar, una tras otra, todas las candidatas disponibles: unas eran demasiado jóvenes; otras eran unas frívolas; otras parecían excesivamente serias para el talante alegre y jovial del joven archiduque… Había dinastías con el estigma de la hemofilia, a las que era mejor olvidar… Lo habían decidido : a un hombre como Carlos le convenía una mujer de temperamento, decidida y resuelta; y esa mujer era Zita.
Desde el punto de vista de la sangre tampoco había peros. Zita procedía de una rama de la Casa de Borbón que había reinado en Parma durante los siglos XVIII y XIX, y provenía de los Capetos franceses a través de los Borbones españoles. Era descendiente de Felipe V de España; de Luis I, Rey de Etruria y era nieta de Carlos III de Parma y Luisa de Francia.
Su padre, Roberto I, había sido el último duque reinante de Parma, (aunque en realidad, casi ni se dio cuenta: subió al trono en 1854, con seis años, tras el asesinato de su padre por un carbonario). Su abuela paterna había sido la Regente de aquel ducado, también por poco tiempo, porque cinco años después, fue anexionado al Piamonte, en la Italia unificada, y la familia tuvo que exiliarse, primero a Suiza y luego a Francia.
En aquellos momentos –y esto era importante- el padre de Zita era considerado como uno de los miembros de la realeza destronada más ricos de Europa. Roberto repartía su vida, gracias a la extraterritorialidad que le había concedido Francisco José, entre las diversas mansiones que había heredado de su familia: tenía un palacio en Italia, en Pianore, Lucca; y otro en Francia, donde Enrique de Francia le había legado el castillo de Chambord; y la esposa de Enrique le había legado tres palacios más en Austria, donde Roberto había comprado otro en Schwarzau, a sesenta kilómetros al sur de Viena. A estos castillos y palacios había que sumar la mansión de Wartegg, en Suiza.
CONTINUARA...