Catalina Erauso nace en San Sebastián ( Donosti). A los cuatro años su familia la interna en un convento de la capital guipuzcuana. Su padre era militar y le mantenía una férrea disciplina.
Cuando cumple los quince años de edad, cuelga los hábitos y, disfrazada de labriego, escapa del convento para no regresar nunca más. De carácter rebelde está claro que esa vida no era para ella.
Durante un tiempo se oculta en bosques, alimentándose de hierbas y de lo que podía conseguir. Siempre con el miedo de ser reconocida.
Adopta diversos nombres masculinos, se viste y corta el pelo como un hombre. Su físico le ayuda a ello, alta para ser mujer, fea y con atributos femeninos poco marcados. No se bañaba y se comportaba como cualquier hombre de la época, algo que exageraba a propósito para ocultar su condición de mujer.
Sorprendentemente llega al sur de la península, a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) donde embarca hacia el Nuevo Mundo.
Ya en tierras americanas llega al Perú, desempeñando diversos oficios. En 1619 viaja a Chile, donde participa en guerras de conquistas al servicio del rey de España. Adquiere fama de valiente y diestra en el manejo de las armas, destacando en el combate contra los indios araucos lo que le vale el grado de alférez.
Le gusta el juego, las peleas, los caballos y la galantería hacía las mujeres como cualquier otro soldado español., En 1615, en el municipio de Concepción, interviene como padrino de un amigo durante un duelo. Su amigo y adversario caen heridos al mismo tiempo, Catalina se enfrenta al padrino rival, hiriéndole de gravedad. Moribundo, éste le da a conocer su nombre. Increíblemente se entera que se trataba de su hermano Miguel.
En otra ocasión fue detenida a causa de una reyerta. Para evitar ser condenada, se ve obligada a pedir clemencia al obispo Agustín de Carvajal, manifestándole además su verdadera identidad, y que se había escapado años atrás de un convento en España.
Asombrado, el obispo determina que unas matronas la examinen, comprobando que decía la verdad, además de mujer era también virgen. Tras este examen, recibe el apoyo del obispo, quien la tutela y envía a España.
Es recibida en la corte con honores por el rey Felipe IV, quien la confirma su grado militar y la llama “monja alférez “, autorizándola además a emplear un nombre de varón. Igualmente viaja a Roma donde el papa Urbano VIII le da permiso para que siga vistiendo como hombre.
En 1630, la monja alférez viaja de nuevo a América y se instala en México, dedicándose a un negocio de arriería y transporte de mercancías entre la capital mexicana y Veracruz. A partir de 1635 poco se sabe de su vida, salvo que muere en Cuitlaxtla, localidad cercana a Puebla, quince años más tarde.
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Es alucinante la historia de esta mujer.
Saludos
