Por fin pude con la cuenta
Yo no sé si usted llego a mi vida con la misión expresa de rescatarme de una
guillotina inminente, pero es cierto que su llegada me salvó de escoger entre
la muerte y la locura.
La locura; una cárcel distante cuyas puertas son tanto más nítidas cuanto
menos uno se resigna a vivir en el horror. La locura no brota como una súbita
infección en el cerebro. La locura es aquella enfermedad que sólo nos
amenaza cuando ya sus uñas se han alojado en las entrañas, de modo que
pelear contra ella es también despedazarnos el vientre, oprimirnos los
pulmones, perder el miedo a la muerte como se pierden la inociencia y el amor.
El amor es un bien que no he perdido. Cuando entre las condiciones que se le
ponen al amor no se halla la correspondencia de quien se ama, y en realidad
tampoco puede hallarse ninguna otra porque se ha decidido amar
incondicionalmente, el amor, que por su propia vehemencia vive más allá de
posesiones tan irrelevantes como el bienestar y la cordura, solo puede
perderse con al vida. No he muerto, luego la amo.
Fragmento de Diablo Guardián